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Dicen que la curiosidad mató al gato. Probablemente la persona que pronunció por primera la frase no estaba pensando en lo que estoy a punto de relatar, pero definitivamente su analogía aplica a la perfección en este caso.

No importa hace cuánto, pero muchos de los hombres pasan por el siguiente y escalofriante pasaje en nuestras vidas. Todo empieza con un inocente jugueteo sexual que termina con ambos desnudos teniendo relaciones habituales. Sin embargo, el candor se intensifica, surgen las ganas de experimentar y, una vez habiendo obtenido el consentimiento apropiado, estan por introducir el pene en su ano. En el ambiente se respira una densa neblina de excitación, producto de lo prohibido y lo osado. De romper la rutina y vivir nuevas experiencias. De encontrar otras fuentes de placer que intensifiquen el lazo de complicidad entre ambos. Es probable que no tengan mucha información en ese momento, pero ¿qué puede pasar?

Así es como, poco a poco deslizan el miembro en la cavidad hasta que un intenso alarido de dolor derrumba el instante. Lo vuelven a intentar, esta vez, haciéndolo con mayor cuidado y delicadeza, pero el resultado es el mismo: un grito que les hace sentir que están practicando un sacrificio azteca.

Con el tiempo aprenden lo que hicieron mal. No es que hayan sido privilegiados con un pene descomunal cuyas dimensiones imposibilitaron el acto. No. Una amiga les explica que se debe a la falta de lubricación. Así que para el siguiente ensayo usan un poco de saliva y, exacto, no mejoró absolutamente nada. Lo que pudo haber sido una gran aventura sexual terminó en un par de años de psicoanálisis por el trauma.

Para que la experiencia anal no se convierta en una triste historia, debemos responder algunas preguntas:

¿De dónde surge nuestra fascinación por el sexo anal?

En un artículo para Psychology Today, el doctor David J Ley explica que el sexo anal entre parejas ha existido desde hace miles de años. La principal razón era que la gente lo practicaba para eliminar el riesgo de embarazarse y afirma que esta sigue siendo una motivación persistente para que miles de adolescentes en el mundo lo hagan. Evidentemente, nuestros antecesores no sabían que en el futuro se inventarían varios métodos para prevenir los embarazos con una alta tasa de efectividad y los jovencitos de ahora solo carecen de la más elemental educación sexual. Aunque eso no explica, por qué, quienes sí contamos con esa información, nos atrae el tema.

El doctor Ley escribe que la explicación más común para este deseo es que los hombres encuentran increíblemente excitante el que una mujer les permita penetrarla analmente. Según el especialista, el hombre percibe este gesto como una invitación para tener relaciones más crudas y aventurarse en territorios desconocidos.

¿Y ellas?

En su publicación, el médico cita varios estudios que descubrieron que las mujeres que “tienen sexo anal reportan experimentar más orgasmos, [aunque] no necesariamente por el sexo anal en sí, sino por sus niveles generales de actividad sexual. Según él, el consenso de expertos cree las mujeres que están dispuestas a tener sexo anal tienden a ser más aventureras, más sensuales, más relajadas en la cama y, por lo tanto, tener más orgasmos”. Aun cuando hay estudios que avalan esta hipótesis, necesitamos saber qué piensan ellas.

Encontré una declaración que afirma que, “El sexo anal puede ser muy placentero para muchas mujeres porque nuestros cuerpos realmente tienen una gran cantidad de nervios alrededor del ano”, explicó hace un par de años Jen Gunter, médico con especialidad en ginecología y obstetricia, “Hay una razón por la que nos gusta besarnos en los labios más que en los codos, porque nuestros labios tienen más terminaciones nerviosas”.

¿Cómo disminuir el dolor y otros riesgos?

La clave de la penetración anal es la relajación, tanto de mente como de cuerpo. Jamás hay que hacerlo sin el consentimiento de la otra persona, ya que además de ser abuso en toda la extensión de la palabra, puede ser increíblemente doloroso. Por eso, se debe propiciar un ambiente cómodo, placentero y consensuado. La comunicación es indispensable, igual que cuando vamos con un buen dentista. Te explican paso a paso lo que te va a hacer y lo que vas a sentir. También es recomendable la estimulación previa de todo el cuerpo con masajes y caricias para entrar en calor.

Después viene la lubricación, o aquel consejo que alguien nos dio en otro momento, pero que no supimos hacer bien. Los expertos recomiendan lubricantes comerciales —los que venden en las sex shops— hechos a base de agua o silicón y evitar los aceites, ya que pueden favorecer ciertas infecciones. Los de silicón tienen el inconveniente de que no pueden usarse junto con juguetes hechos del mismo material. También recomiendan lubricantes densos, ya que previenen mejor cualquier lesión en el tracto rectal.

Y no está demás recordar que en el ano existe una mayor incidencia en la transmisión de infecciones sexuales (en comparación con las vaginales), ya sea para el que penetra como para que el que recibe, por lo que siempre es mejor protegerse con un condón y tomar mayores precauciones en general.

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